En
un lugar existe un edificio, es blanco manchado de polvo añejo, en
el edificio existe una mujer, su cabello es blanco y ostenta una
corona que nadie puede rebatir, en la mujer hay una persona, es la
emperatriz
Cada
mañana la emperatriz se pasea por los pasillos de sus aposentos, de
norte a sur y de arriba hacia abajo su majestad abre las puertas, el
ruido se cuela simple con un silbido, a veces sonoro, estridente
sonido de herramientas, maquinas, bebes llorones todo un mundo que
espera para salir a hacer su vida
Ya
no le interesa lo que existe al otro lado, se conforma con abrirlas a
la hora adecuada y dejar que el mundo siga su curso, la duda, la
curiosidad y el vistazo a la puerta, la abre, a veces despacio, a
veces rápido y a veces simplemente se deja de espaldas contra la
pared y mira el pomo, lo hace girar y se va sin abrirla
Es
un mundo pacifico, no hay personas desagradables, ya no, sus puertas
permanecen cerradas y lo que sea que los traiga no tiene interés en
darles un empujón, a la emperatriz le gustaría viajar hacia las otras
ciudades para averiguar si realmente existen pero están demasiado
lejos y no puede ir sola, su ciudad la necesita y ninguno de sus
súbditos sobrepasa la oscuridad, ni siquiera la escuchan, continúan
con sus asuntos, se hablan, cuentan cosas, se ríen y van de compras,
al trabajo, a la escuela, cada vez hay mas niños, la emperatriz
envejece y abre mas puertas de familias, de escuelas y algunas
tiendas de mascotas, los animales ladran, maulla y pian agradecidos
cuando abre la puerta y los lleva a la existencia, a veces se lleva
alguno y se toma una sienta abrazándolo, le gustaría hacerlo de noche
pero nunca es posible
Ella gobierna, decide
quien vive y quien se queda tras su puerta cerrada pero es casi un
ser invisible, apenas visto para evadirla, para continuar en sus
eternas actividades diarias, no la escuchan a ella pero escuchan sus
acciones, sus cambios sobre el mundo, la emperatriz se esfuerza en
darles una buena vida, en darles una vida mas allá de un solo día, lo
descubrió el primer año, basta con cambiar las señales para alterar
la dirección de los autos, los lugares a los que llegan, donde
trabajan, donde comen, si un día no abre la puerta de algún
restaurante terminaran comiendo en el siguiente, o el siguiente o el
siguiente, si los envía a una biblioteca terminan leyendo, si los
lleva al coro cantarán hasta la tarde, le ha llevado años pero
tiene un sistema de cambios que revisa todas las noches pensando en
las actividades de mañana, las puertas son automáticas y se abren y
cierran cada una en su hora a menos que su majestad disponga lo
contrario, a veces le gustaría saber que pasaría si las deja abiertas
toda la noche pero no se atreve
Una vez, cuando era joven
dejo salir algo, era la ultima puerta del día, un músico que
regresaba después de pasar el día tocando en los autobuses, un
bohemio desarrapado, la emperatriz cerró en modo automático (era
joven y no emprendía la importancia del ritual) el sol cayó sobre
el condominio y los reflejos en las paredes blancas alargaban el
crepúsculo, la emperatriz cansada abrió en reflejo creyendo estar en
su casa y se hizo la magia
Nunca se atrevió a
buscarlo, el súbdito se quedó frente a ella del otro lado del umbral
y la emperatriz asustada solo atinó a saltar hacia un lado, el
súbdito salio corriendo y se perdió en la noche, no podían salir si
no los dejaba, eso quedo claro después de muchos
experimentos, pero tampoco regresaban como lo hicieran los otros al
atardecer, se perdían afuera, van a un lugar oscuro cuando estan solos y una
emperatriz no les deja ese destino a sus súbditos, tampoco los deja
desvanecerse y cada tarde se planta frente a sus controles para
cerrar su puertas arropándolos a su manera
En el centro de la plaza
esta su efigie, gigantesca, tan blanca como sus cabellos, le ha
tomado décadas dirigir la construcción alterando los planos cada
noche y cambiando las rutas de abastecimiento, una estatua inútil
pero necesaria para mantenerla ligada a la ciudad, para no perderse
entre la maraña de humanidad que vive del amanecer a la oscuridad,
ella al menos puede sentir vanidad y gastar un trozo de sus noches en
dirigir su monumento ¿que otra cosa iba a hacer?
Primero, el título me llamó la atención, por la ópera Carmina Burana. Segundo, me gustó tu representación de la fortuna, así, literalmente, como una emperatriz que dirige los destinos del mundo.
ResponderEliminarSaludos!
Buen relato, si señor. Una emperatriz que se golpea las rodillas con un martillo. Que renuncia. ¿Será de la muerte de lo que hablamos? Pero casi.
ResponderEliminarSaludos.
Ha,la buena o mala fortuna, ¿cosas del destino?, ¿esto ya estaba predestinado a suceder?, ¿acaso el hombre solo es una simple marioneta de las circunstancias? ó ¿es el hombre el que va forjando su propio destino? Descubranlo la proxima entrada.
ResponderEliminarDamian: eso fuen nada mas para presumir mi nivel de cultura... o algo asi
ResponderEliminarIgor: esta es una de esa cosas a la que se les puede dar vuelta eternamente sin llegar a nada concreto asi que mejor ahi la dejamos
Victor: Eso suena como un discurso de anime